miércoles, 20 de agosto de 2008

De Rusia con amor!


Me llegó recientemente una invitacion para integrarme a un grupo de fans de Sergei Rachmaninoff, compositor ruso de finales del siglo XIX y principios del XX. Se podría decir que es el último de los clásicos, de los románticos, pero como un profesor de música me dijo algún día, no se puede aseverar quien es el primero o el último, ya que nadie lo sabe todo. Pero bueno, eso no es lo importante, sino el ruso, conocí a Rachamaninoff hace 17 años, casualmente había comprado una cassette de música clásica en la Feria del Disco, Ahumada, y era una selección de varias composiciones, entre ellas, habia un fragmento de Rapsodia de un tema de Paganini, una variación como se puede identificar, ya que esa obra es ininterrumpida. Es tan hermosa la melodia, que me cautivó inmediatamente, lo que hizo que al otro día, fuera al mismo lugar a buscar la pieza completa, así es que me compré una cassette con la Rapsodia y con el Concierto N° 2. No soy experto en música ni mucho menos, pero lo cautivante de este compositor es que sus obras pueden transportarlo a uno hacia un mundo paralelo. He escuchado bastante música, de hecho, mis favoritos son Chopin, Beethoven y Lizst, pero por sobre todos, Rachamaninoff se encuentra arraigado en mi yo más interno. Podría decir, que al escribir un libro, su música inevitablemente sería su banda sonora. Pero lo que selló con fuego esta admiración por este ruso, fue la película SHINE (Claroscuro) protagonizada por Geoffrey Rush. Volverse loco tocando el Concierto N° 3, es absolutamente posible, en general, volverse loco por la pasión es siempre la mejor manera de perder la razón!